lunes, 14 de abril de 2014

Txotx en sidreria Sarasola (Astigarraga)

                                          EL CESAR DEBE PARECER CESAR

Con este viejo dicho quiero empezar esta crónica  sobre esta sidrería y lo voy a explicar alto y claro para que se me entienda perfectamente.
Lo dicho, el César debe parecer César ¿que quiero decir con esto? Pues muy fácil, una sidrería no solo debe ser una bodega donde se elabora la sidra, sino un lugar que, aparte de elaborar la sidra, también debe ser un restaurante, con más o menos detalle, pero restaurante al fin y al cabo. Llegamos a la (sidrería) Sarasola a buena hora y, en lo que viene siendo un almacén durante el año con puerta de bajera, paredes sin rasear y electricidad a la vista,  había decenas de mesas hacinadas unas al lado de otras en un ambiente caótico y desordenado entre cientos y cientos de personas. Cuando entendimos que aquello era "la guerra" y "un sálvese quien pueda", decidimos intentar colocarnos en una mesa que vimos y que parecía no estar llena. Nuestra mesa estaba enfrente de la primera Kupela y alrededor de ella nos dimos cita 14 personas. Las mesas no tenían bancos (ninguna de las decenas antes citadas) y en esto me quiero detener para que se entienda:
1-Las sidrerías del siglo XXI deben tener aposento al rededor de la mesa (al menos bancos) por múltiples motivos pero el más importante es que si te diriges a un " local hostelero" a disfrutar de un buen txuletón, es necesario el reposo suficiente que requiere la ingesta de este plato.
2-Muchas sidrerías ofrecen la posibilidad de tomar el menú de pie en lugares concretos del comedor al público que así lo desee, pero no a la totalidad de éste y por obligación.
3-En todas las sidrerías que he estado en mi vida (que son muchas) nunca he tenido que comer de pie. Alguna vez me ha tocado ver que una cuadrilla apartaba los bancos y comiera de pie. Sabemos que antes se comía de pie en las sidrerías, pero debemos tener en cuenta que ahora la gente va a pasar el día, a disfrutar de la comida y la sidra y a pasar un buen rato, pero no a estar 3 ó 4 horas de pie luchando con el resto de personas por llevarse algo a la boca o conseguir un vaso de sidra.

Entrada a la "sidreria"

Masificación total y toldos colgando

Como os digo, no creo que en esta sidrería comiésemos de pie por tradición. En mi opinión lo hicieron por avaricia, por que si por mantener la tradición fuera, en una mesa donde caben 12 comensales sentados ( por poner un ejemplo ), de pie debería ser para los mismos 12 comensales, cosa que no ocurrió en esta sidrería, dándose casos en los que en una mesa había 24 o 25 comensales. Sinceramente esta masificación en una sola mesa hace imposible poder difrutar de la comilona en sí ni de la charla ni de una simple conversación y, por supuesto, es imposible disfrutar de una agradable sobremesa.
Lo que más nos llamó la atención cuando entramos es el cáos que reinaba en aquel lugar. Había montones de gente y montones de mesas, pero nadie sabía donde debía sentarse. Las mesas no estaban identificadas de ninguna forma y no había nadie del local que estuviera en la puerta indicando, al menos, hacia donde debíamos dirigirnos. Estamos hablando de un local con un aforo para 250 personas que suponemos sentadas, porque allí estábamos por lo menos el doble, así que comprenderéis que el desconcierto era absoluto. Como os he contado antes,  nos pusimos a buscar un hueco en alguna de las muchas mesas que había y lo encontramos en frente de la primera kupela. Por supuesto,  a los comensales que ya estaban allí no los conocíamos de nada. Nosotros mismos les preguntamos si podíamos ponernos allí y ellos nos informaron de que aquella mesa también pertenecía a nuestro grupo, así que allí nos quedamos. En aquella mesa ya habían empezado a servir los primeros platos sin ni siquiera estar completa, ya que seguía habiendo mucha gente de nuestro grupo que todavía no sabía donde debía ponerse, pero el descontrol era total y cada cual debía buscarse la vida como pudiera. Como digo, en la mesa en la que nos colocamos ya había chorizo a la sidra y morcilla cocida en bandejas.


El chorizo lo llevaban en pozales o cubos por toda la sidrería y lo servían con unos cucharones a las bandejas. El César debe parecer César: no digo que el chorizo estaría malo, que no lo estaba, pero recorrer un almacén con cubos llenos de este producto cuando menos quita el gusto o, por poner un símil que me vino a la cabeza, me recordó muchísimo a la comida de campamento en la mili. La morcilla cocida si que estaba buena.

Compañeros de mesa

Se me olvidaba comentar que no dispusimos  de platos y tan solo disponíamos de vaso de sidra y tenedor, el cuchillo era compartido.
Seguía el menú con tortilla de bacalao y la camarera vino con las cuatro que correspondían a la mesa una encima de otra (el César debe parecer César) con sus correspondientes bandejas. Mientras hacíamos una larga cola en la kupela fuimos sacando la cuenta de la gente que en esta sidrería se hacinaba y a "bote pronto" y sin exagerar nos salían al rededor de 350 o 400 personas las que en ese almacén (por no llamarlo de otra manera) pretendíamos comer. Nos percatamos que las " vergüenzas" o, mejor dicho, los rincones que mas vergüenza darían a la vista del comensal los taparon con varios toldos y la imagen resultante era de garito o pipote, vamos, de lo más rocambolesca.


De las cuatro tortillas de bacalao que pusieron (de mala manera) encima de nuestra mesa, solo una llegaba al aprobado, las otras tres estaban secas y la que llegó al aprobado simplemente estaba mas jugosa. La tortilla de bacalao no tiene ningún secreto en su elaboración, simplemente hay que "pochar muy despacico" la cebolla y el pimiento verde (si se quiere pimiento verde en la tortilla), después añadir el bacalao y añadir el huevo y perejil, fresco por supuesto, al gusto. Hacer todo a fuego lento para no quemarla y, una vez cuaje por un lado, dar la vuelta y ya está!! ¿Es tan difícil? Seguramente y, debido a la masificación de este local, se les olvidó añadir cebolla que es lo que le da untuosidad a esta tortilla. Sin añadir dicho producto se hace muy difícil que salga jugosa y, por el contrario, es muy fácil que se seque.
Se terminó la tortilla "buena" y de las demás sobró bastante. Llegados a este punto decidimos ir hacia el WC y a la vuelta hacer la eterna cola que había en todas las kupelas para llenar nuestro vaso de sidra. Esto si que terminó con mi paciencia puesto que había cuatro urinarios y tres retretes para toda la muchedumbre que nos dábamos cita en este "local" y para más inri, dos de los tres retretes estuvieron durante mucho tiempo fuera de servicio porque se atascaron. No se como a alguien se le ocurre dar de comer y, sobre todo de beber, a diestro y siniestro sin ni siquiera pensar en lo que van a descargar. Quiero pensar que a estos señores que regentan este local  se les olvidó construir los baños que hacen falta para 350 o 400 personas, no obstante, la gente quiso recordarles, para años venideros, que debían construirlos haciendo aguas menores y mayores en los alrededores de la entrada de este local lo que contribuyó a que este local  pareciera un establo en toda regla. Dicho todo esto, continuamos con la comida.

Seguimos con el bacalao frito con pimientos:


El bacalao quizás fue lo mejor de tal despropósito de comida. Lo único que llegó bien hecho, bien sazonado y a su debida temperatura, aunque lo trajeron a la mesa como todo lo anterior: todas las bandejas una encima de la otra. Mientras engullíamos este plato me empezó a sobrar ropa y después de quitarme el jersey me di cuenta de que no había ningún sitio donde colocarlo. No había ni un solo perchero, ni tan siquiera un clavo mal clavado para tal efecto en todo el "establo", así que tuve que dejarlo encima del montón que habían echo el resto de mis compañeros de mesa con sus abrigos en un rincón en el suelo.


Pasó mucho rato (y muchos vasos de sidra) hasta que la estresada camarera viniera con las txuletas y, como todo lo antes servido, trajo cuatro de ellas unas sobre otras con bandejas y todo (el César debe parecer César). Llegaron muy templaditas y enseguida se quedaron frías.
Para cuando el queso con membrillo y las nueces llegaron a la mesa pasó una eternidad. Decir que el queso era muy fresco (para sidrería), sin más. La espera se hizo tan larga que empezamos a sentir el cansancio de las horas que llevábamos allí de pie y fue entonces cuando descubrimos qué es lo que tapaban los toldos verdes, o al menos algunos de ellos. Detrás del toldo verde que estaba al lado de nuestra mesa estaban las cajas o jaulas de plástico vacías de las botellas de sidra. Nos hicimos con algunas de ellas y acabamos haciendo la sobremesa sentados sobre las cajas puestas del revés y formando un corro. Esos fueron los únicos asientos de los que pudimos disponer en toda la comida.


He estado escribiendo este post durante cinco largos días y mientras escribía pensaba en qué lugar he llegado a comer peor que en este y, sinceramente, no recuerdo ninguno. Así que, muy a mi pesar, Sidrería Sarasola tiene el  honor de ser el lugar donde peor he comido en mi vida.
Este circo que fue nuestra comida nos salió a 30 Euros por barba y, desde luego, me salieron del alma. Creo que debería haber pedido el libro de reclamaciones, pero no lo hice. Después de varios días dándole vueltas (a si debería haber pedido el libro de reclamaciones o no), lo que me dio un escalofrío fue pensar que este lugar tenga licencia de apertura.
Sinceramente y, con algo de sorna, puedo decir que este lugar nos dio tan mal de comer y tan mal servicio que lo único que puede hacer de ahora en adelante es mejorar. No creo que pueda empeorar un servicio.
Lo dicho: El César debe parecer César

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