jueves, 22 de agosto de 2013

comer en santiago de compostela

Que puedo decir de esta enigmática ciudad. Supongo que todo está dicho. Nunca pensé que en una ciudad con tanta iglesia, tanta religiosidad y tanto peregrino, podría disfrutar tantísimo de sus calles, de su plaza (la del Obradoiro), de su "catedralísima" y sobre todo de su cocina.
Leí mucho sobre donde se podía comer bien en Santiago. En la mayoría de los casos, los comentarios de internet estaban enfocados hacia los restaurantes del Casco Vello (la inmensa mayoría malos comentarios), ya que la mayoría de turistas deciden comer en las calles de la parte vieja de Santiago o en los alrededores de la catedral. En este caso la historia se repite conforme al resto de las capitales gallegas, calles llenas de restaurantes uno tras otro con cantidades ingentes de carteles colgados en las puertas con sus ofertas,



con sus típicas peceras llenas de mariscos  vivos,


con sus cristaleras,


y con su producto de medio pelo a precios altos. Esta política de restauración no se corresponde para nada con el producto que tienen en el mercado de Santiago (recomiendo darse una "vueltica mañanera" por el Mercado de Abastos), ya que aquí he visto cigalas gigantes, percebes larguísimos y, por supuesto, todo todo "vivito y coleando".



Por lo tanto, y como una imagen vale mas que mil palabras... tratad de evitar (a no ser que dispongamos de capital y no nos importe que nos den gato por liebre) este tipo de calles.



Nosotros comimos en el restaurante El Puente. Nada de céntrico, está a unos 2,5 ó 3 kms del centro de Santiago en la carretera o, mejor dicho en la autovía que entra de Vigo  al lado derecho. Al llegar no nos causó muy buena impresión por el exterior. Parece un "simple barucho", si si, "barucho de carretera", pero dentro esconde lo mejor y lo mas granado de la cocina gallega. Entramos a dicho establecimiento y para acceder al comedor debemos cruzar por delante de la cocina (no hay mejor manera de ver la higiene y el buen hacer de un restaurante) y ésta estaba impoluta. Este tipo de restaurantes no enseña la materia prima en peceras y vitrinas de cristal (no les hace falta), ni ponen ofertas engañosas en carteles con fotos que no corresponden a lo que pides (¿imagináis al restaurante Europa, por ejemplo, con esos carteles y peceras?).

Por gentileza de la casa, nos sirvieron tortilla de patata con chorizo (típica de Galicia). Muy muy buen pintxo para hacer boca y acompañado por el albariño de la casa que nos recomendaron, ya que no tenemos mucho conocimiento en estos vinos, que era Pazo de Señorans y estaba "fresquico y muy bueno".


Pensábamos pedir un solo entrante y nos habíamos decidido por las almejas a la marinera, pero cuando el camarero vino a tomarnos nota (un chico muy agradable y atento) nos hizo algunas recomendaciones a parte de la carta. Escuché almejas a la plancha y tenía que probarlas como fuere, así que al final pedimos dos medias raciones, una de almejas a la marinera y otra a la plancha... Solo para poder comparar (jeje).
Así llegó el primer entrante, almejas a la marinera (al estilo gallego). El estilo gallego lleva verduricas y una salsa de tomate casero increíblemente buena, nada espesa y que no carga de sabor a tomate, ya que siguen sabiendo a lo que tienen que saber: almeja fresca. Como os he contado, pedimos media ración de estas almejas y nos sacaron un platazo muy lleno de ellas, lo que en cualquier sitio sería una ración entera. Las almejas fresquísimas con mucho sabor a mar y muy carnosas.


Segundo entrante, almejas a la plancha que teníamos que pedirlas porque nunca las habíamos probado. Increíble el punto de plancha que consiguen dejando las almejas totalmente jugosas y carnosas (nada de secarse por sufrir demasiado calor de plancha) y por encima llevaban el ajico que se deshacía. La ración, igual de copiosa que la primera, estaba increíble. Habría sido capaz de comerme un barco entero, incluso mi mujer en un momento dado me dijo: ¡¡¡Respira!!!, ya que estaba comiendo sin parar un segundo.


Segundo plato bogavante con arroz, como lo pone en la carta,  y no arroz con bogavante como ofertan el resto de restaurantes. En esta santa casa lo sirven conforme lo ofertan en la carta, es decir un bogavante acompañado de arroz y no al contrario. Y digo más, el bogavante es fresco fresquísimo, ¿por qué? Por que nos sirvieron un bogavante con huevas y estos no se pueden congelar. Un bogavante tremendo de grande con una "peliculica" de arroz . Sensacional!!!


En este punto de la comida ya estábamos muy saciados, pero no podíamos terminar aquí. Haciendo un esfuerzo titánico por pedir postre, me decidí por la tarta de queso, a la cual le añadieron dos bolas de helado. Mi mujer pidió tarta de Santiago y otras dos bolas de helado que le cayeron. La tarta de queso es la mejor que he comido nunca. 



No quisimos tomar café, así que el dueño nos saco una copa de balón y un vaso de chupito junto con con una botella de patxaran y otra de crema de orujo, a modo de digestivos. Dejó las botellas en la mesa para servirnos lo que quisiéramos.


El servicio en este restaurante es el más increíble que he recibido jamás, no solo comí bien y mucho si no que disfruté de la comida, como la primera vez que fui al  Túbal con la que hoy es mi mujer. Me pareció correcto el precio que pagamos 84,50 euros, a las copas nos invitaron. Las raciones nada tienen que ver con lo conocido hasta ahora, en definitiva salí "enamorao y saciao".
Después del ágape, charlamos distendidamente con el jefe de este descubrimiento. Nos comentó que deberíamos haber probado los chipirones encebollaos. ¡¡¡"que cabrón"!!! No podía ni pensar en abrir la boca y me comenta que lo que más sale en ese restaurante son los chipirones (¡¡¡con lo que me gustan!!!). Prometí que si volvía a Santiago los comería en su casa y con un apretón de manos así quedo firmado. 
Mi falta de sabiduría  (y de fe cristiana) me impide entender por qué la gente cruza el país entero andando para llegar a Santiago. Ahora bien, entendería perfectamente que lo cruzaran para comer en el restaurante El Puente de Santiago.


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